Mi mente te piensa, mi olfato te huele y te desnuda... mi memoria te inventa y tu me tocas mientras estoy sola.
Me desnudo lentamente y cierro los ojos imaginando que estas a mi lado acariciándome el pelo, acariciando mi cuerpo.
Beso mis dedos como besaría tus labios y los muerdo con ganas pues aun saben a ti. O por que a lo mejor supieron a ti algún día.
Cierro los ojos.
Me acaricio las piernas sutilmente hasta llegar a mis muslos y me parecen que tu aliento se aproxima a mi sexo mojado y húmedo. Pero es solo mi caricia consolando el recuerdo de tus manos en mi carne temblorosa.
Acaricio mi cuello y siento como tu voz me susurra esas cositas excitantes que me encendían cuando me amabas. Pero nuevamente son mis caricias recordando los besos y las palabras que algún día dejaste allí.
Entonces muy suavemente deslizo mis dedos y acaricio mis senos. Una corriente electrizante recorre mi cuerpo, la misma corriente que me hacías sentir cuando explorabas mis zonas erógenas y me hacían gemir esperando el momento inesperado de tu lengua.
Y me excito. Me excito tanto con tan solo recordarte, con tan solo pensarte. Y hago el mismo camino tantas veces recorrido, tantas veces olvidado, tantas veces inventado, tantas veces añorado.
Me pongo de rodillas encima de mi cama y juego con mi cuerpo. Te gustaba mucho cuando lo hacia y soltabas varias carcajadas jocosas y sensuales. Me parecía excitante cuando me jugaba delante de ti y tu parecías disfrutarlo a plenitud. Así éramos cuando todavía nos pertenecíamos en cuerpo y alma.
Y lo hago lento, lento al principio… sabes que me gusta disfrutar el momento. Y luego me desespero y la velocidad aumenta y aumenta. Y comienzo a gemir porque tu me lo pides y porque te gusta oírme.
Y yo tiemblo de placer y deseo. Y tu voz me excita y tu olor me envuelve. Y estallo de delicia y gimo para ti. Mis manos alcanzan las estrellas y mis lágrimas nacen de lo mas profundo y grito con todas mis fuerzas tu nombre. Y también grito “porque?” y grito “estupido” y grito “te quiero” y grito “te odio” y grito “como me haces falta”.
Después de ese momento de placer y arrebato me acurruco en la esquina de la cama que tiene todavía tu olor y paso la noche desnuda.
Me desnudo lentamente y cierro los ojos imaginando que estas a mi lado acariciándome el pelo, acariciando mi cuerpo.
Beso mis dedos como besaría tus labios y los muerdo con ganas pues aun saben a ti. O por que a lo mejor supieron a ti algún día.
Cierro los ojos.
Me acaricio las piernas sutilmente hasta llegar a mis muslos y me parecen que tu aliento se aproxima a mi sexo mojado y húmedo. Pero es solo mi caricia consolando el recuerdo de tus manos en mi carne temblorosa.
Acaricio mi cuello y siento como tu voz me susurra esas cositas excitantes que me encendían cuando me amabas. Pero nuevamente son mis caricias recordando los besos y las palabras que algún día dejaste allí.
Entonces muy suavemente deslizo mis dedos y acaricio mis senos. Una corriente electrizante recorre mi cuerpo, la misma corriente que me hacías sentir cuando explorabas mis zonas erógenas y me hacían gemir esperando el momento inesperado de tu lengua.
Y me excito. Me excito tanto con tan solo recordarte, con tan solo pensarte. Y hago el mismo camino tantas veces recorrido, tantas veces olvidado, tantas veces inventado, tantas veces añorado.
Me pongo de rodillas encima de mi cama y juego con mi cuerpo. Te gustaba mucho cuando lo hacia y soltabas varias carcajadas jocosas y sensuales. Me parecía excitante cuando me jugaba delante de ti y tu parecías disfrutarlo a plenitud. Así éramos cuando todavía nos pertenecíamos en cuerpo y alma.
Y lo hago lento, lento al principio… sabes que me gusta disfrutar el momento. Y luego me desespero y la velocidad aumenta y aumenta. Y comienzo a gemir porque tu me lo pides y porque te gusta oírme.
Y yo tiemblo de placer y deseo. Y tu voz me excita y tu olor me envuelve. Y estallo de delicia y gimo para ti. Mis manos alcanzan las estrellas y mis lágrimas nacen de lo mas profundo y grito con todas mis fuerzas tu nombre. Y también grito “porque?” y grito “estupido” y grito “te quiero” y grito “te odio” y grito “como me haces falta”.
Después de ese momento de placer y arrebato me acurruco en la esquina de la cama que tiene todavía tu olor y paso la noche desnuda.
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